Aquí esta el resultado, las imágenes no las adjunté ni elegí yo, todo hay que decirlo. Ya me diréis que os parece...
Debajo os dejo el texto trascrito para leerlo con más comodidad.
-LOS SANFERMINES POR MAITICA ESPARZA-
Me pregunto por dónde se debe de empezar a hablar de los
Sanfermines. No resulta fácil encauzar ese tema, ordenar tantas ideas,
emociones, momentos, sensaciones. Por donde comenzaría yo… Para empezar diría
que Los Sanfermines no son tan solo unas fiestas, un espectáculo o una feria,
ni siquiera que son un conjunto de todo esto,
los Sanfermines son más bien un estado, una identidad propia, una actitud.
Les pongo en situación. Se celebran del 6 al 14 de julio en Pamplona, una ciudad que normalmente no llega a
los doscientos mil habitantes y que se prepara durante todo un año para recibir
a miles de personas llegadas de todas partes del planeta. La población en estos
días llega a multiplicarse por quince,
imaginen la transformación que sufre esa pequeña ciudad que durante
nueve días se convierte en el centro de atención del mundo.
“Un estado, una identidad propia, una
actitud” les decía. Pues bien, los ciudadanos de Pamplona viven medio año
descontando y otro medio contando, seguro
que habrán escuchado la canción “Uno de
enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril… Siete de julio, ¡¡San
Fermín!!”. Es por eso que la ciudad en si misma va generando el llamado ambientico
poco a poco, mes a mes, los
pamplonicas -a mí me gusta decirlo así- o pamploneses y pamplonesas van
macerando una emoción. Es la devoción por nuestro querido patrón San Fermín y como no, la pasión por el
animal más bello y bravo que existe, que además llega a Pamplona en todo su
esplendor, el toro. Este conjunto hace que la ciudad se vea
envuelta por un manto de alegría y entusiasmo que invita, acoge y atrapa a toda
aquella persona que la visita y así mismo la empapa con su sentimiento. Se vive una realidad paralela.
El toro, en torno
a él se mueve el “cotarro” o más bien, gracias a él. En Pamplona podemos ver al
toro en todas sus expresiones, vamos por orden. Cada día a las 8 de la mañana
se lleva a cabo el encierro, que como
saben consiste en trasladar a los animales de los corrales a la plaza de toros
donde se lidiaran por la tarde. Estos encierros son, si no los más importantes
que yo diría que sí, los más conocidos del mundo. Miles de personas acuden a
Pamplona para correrlos y es que este es uno de los momentos más emocionantes,
sorprendentes y atractivos de la fiesta en sí. Muchos corren por primera vez
guiados por las pautas y consejos de los más experimentados, que muestran su
buena voluntad cada mañana y atraídos por el morbo que suscitan las miles y
millones de imágenes que recorren el globo cada día, cada año. Los que son corredores
habituales, sus familias y los buenos aficionados viven los encierros con mucha
pasión y respeto. Son amantes y buenos conocedores del animal y cada amanecer
fascinan haciendo hermosas y virtuosísimas carreras en las mismas astas de los
toros, jugándose la vida. Y jugándosela también cuando el de alado, aun sin ponerle
cara, está en peligro. El código del corredor en Navarra tiene tres raíces
fundamentales “valentía, coraje y
nobleza”.
La plaza de toros de Pamplona es un espectáculo en sí misma.
Sus casi veinte mil localidades se quedan cortas en la prestigiosa Feria del Toro ya que cualquier buen
aficionado y hasta el que no lo es, quiere disfrutar de ver el torazo que sale allí por los chiqueros.
"Toros
de excelente presentación y sin arreglo de pitones, para los toreros valientes
que desean torearlos, y nada más", ese es el lema de la feria. Las
primeras figuras del toreo y los punteros de la cantera se dan cita cada tarde
en el coso pamplonés ya que este es el escaparate del toreo a nivel mundial. La
plaza se caracteriza por dos marcados y diferenciados ambientes. En la zona de
sol, música, fiesta, jovialidad y casi desenfreno entre un público de gusto más
ilusionista y temerario. La sombra más templada contrasta también en los
gustos, más detallista y entendida. En ambas partes se disfruta a lo grande de
los buenos manjares de la tierra, comer y beber por doquier. Y es que no se
puede hablar de Pamplona sin hacer alusión a su gastronomía. Sana, exquisita y
abundante a todas horas, hace de cualquiera de sus actos y reuniones un buen
momento para deleitar al paladar y al estómago.
Hay otros muchos festejos y actos taurinos que atraen a
muchísimas personas, que generan afición entre los más pequeños -imprescindible
esto en el momento en el que estamos- y que además sirven para dar a conocer
este bello animal y su porqué. Por ejemplo los Concursos de recortes o de
anillas que ahora mismo están en pleno auge,
el apartado y sorteo de las reses, los místicos y silenciosos encierrillos nocturnos, el toro
de fuego y los encierros con carretones para los más pequeños, la suelta de vaquillas
cada mañana después del encierro y así mil momentos para disfrutar de la pasión
taurina.
Pero no piensen que los Sanfermines son solo toros, no. A
Pamplona llega además una cartelera espectacular de artistas de otras
disciplinas que llenan los rótulos de teatros y auditorios. El cielo se llena
cada noche con las luces de colores y el estruendo de su afamado concurso de
fuegos artificiales. Las calles se visten con escenarios donde a cualquier hora
del día y la noche se puede disfrutar de un buen concierto o un baile.
Charangas y orquestas dan la clave de sol
el día 6 de julio cuando suena el Chupinazo que da comienzo a los Sanfermines y no dejan de sonar hasta el
mismísimo día 14 por la noche, donde la fiesta pone el punto final con el Pobre
de mí. Ambos actos de una magnitud, fuerza, emoción y estética
asombrosa y fascinante. Por un lado el momento del Chupinazo en el que miles y
miles de personas agolpadas en la plaza del Ayuntamiento, esperan con alegría y
entusiasmo ese grito que clama ¡Viva San
Fermín, gora San Fermín! Y desata
con su estruendo una lluvia de champan, lágrimas y felicidad. Por otro lado y
ya en la oscuridad de la noche, las miles de personas encienden una vela
sumergidos en la melancolía del final de fiestas y se la ofrecen al queridísimo
San Fermín a modo de agradecimiento y al grito de ¡todos queremos más! y sobre todo ¡ya falta menos!
Durante esos 9 días y 9 noches la ciudad nunca duerme, no
hay fin. Como lo oyen, 24 horas y 24 más y más sin parar, no hay tregua. A
todas horas para todas las edades y las para todas las personas en cualquier
lugar de la ciudad. Eso es lo bonito de los Sanfermines, la población entera,
en esos días duplicada por quince, se viste de blanco y rojo y no hay diferencias. Todos somos ciudadanos del mundo, sanfermineros y sanfermineras felices
y contentos. En las calles se respira alergia, las personas hablan y se
relacionan aunque no hablen el mismo idioma y todo el mundo está dispuesto a
ofrecerte una sonrisa. Es la magia de
los Sanfermines porque nuestro morenico,
nuestro amado y venerado San Fermín nos ilumina y protege con su bendito
capotico.
¡¡Viva San Fermín, Gora San Fermín!!