viernes, 22 de agosto de 2014

Caricatura en el encierro

Hace algunos años, cuando entre tanto me vi convertida en una saltimbanqui y luchaba por vivir de ello, decidí en alguna ocasión salir a la calle. Me explico, salir a actuar a la calle. Todos habrán visto el típico corro en alguna avenida o plaza mayor en el que un artista o varios ofrecen al ciudadano de a pie, su poco o mucho talento. La experiencia fue inolvidable pero les aseguro, durísima, enseguida comprendí que solo unos pocos valen para hacer de la calle su escenario.
Tenemos la idea de que el "arte" solo lo podemos encontrar en una galería, en un teatro, en un auditorio o en una plaza de toros. Entendemos que es ahí donde las personas vamos a emocionarnos, a dejarnos impresionar, allí vamos predispuestos. Pero en ocasiones cuando menos te lo esperas, paseando por un lugar que quizá pienses que es el menos propicio para o quizá lo sea pero no vas dispuesto a... Si tienes un poquito de curiosidad, si tienes algo de tiempo para detenerte a observar o escuchar a alguien que de forma casi altruista usa como escenario la calle, puedes quedar impresionado. Grandes artistas sin posibilidad de desarrollar su arte en otros lugares asignados para ello y en los casos menores, por pura elección, comparten su talento formidable con todo el que pasa o pasea por ese lugar a pie de calle. A cambio, solo tu tiempo, tu sonrisa, la voluntad, apenas unas monedas o cantidades casi simbólicas.

Este mes de agosto, como todos desde hace ya más de la mitad de los que tengo, pasé unos días en Cambrils, un pueblo pesquero situado en la provincia de Tarragona. Una noche caminaba junto a mi familia cerquita del mar y nuestro paseo se vio interrumpido por un señor cargado con lápiz y bombilla. Nos paramos a observarle durante unos minutos y todos quedamos impresionados con la destreza de su carboncillo y la sensibilidad para captar no solo los rasgos, si no la personalidad de cualquier individuo al que observaba por primera vez. En diez, quince minutos era capaz de plasmar sobre el papel la caricatura del que se prestaba y hasta su personalidad.


Y claro, yo no pude resistirme, la curiosidad de como me veía aquel señor al que no se le escapaba un detalle, pudo conmigo. Aquí tienen el resultado, como buena pamplonica y amante de los encierros... Juzguen ustedes mismos. 

Gracias Antón!!